Si uno lo ve de forma displicente y electoralista, el país está creciendo (económicamente hablando, que al parecer es el único crecimiento que importa). Las expectativas de crecimiento para este año se esperan cercanas al 6%, con lo que los trabajadores podrán estar felices dado que un crecimiento superior al 5,8% signifique que el sueldo mínimo llegará a la gran suma de $145.000.
Seguramente los personeros de la concertación, incluido los socialistas, podrán vanagloriarse de aquellas cifras. Lastimádamente la realidad que ven Bachelet, Velasco y Escalona dista mucho de la verdadera realidad. La que viven a diario millones de chilenos que ven como "el país avanza" y que se quedan abajo.
Tal es el convencimiento de esta realidad que las cifras de pobreza arrojadas por la CASEN sorprenden a la mayoría de quienes escuchamos la noticia. Buena parte optó por cuestionar la metodología de la encuesta, en una parte por estar basada en una canasta desactualizada, por otra que no se entiende que alguien que gane un peso más o un peso menos de $48.000 defina que sea pobre o no. Incluso la presidenta tuvo que salir a decir que en realidad la cifra no era tal, ya que con las prestaciones que hace el estado en las personas hacen que estas tengan un ingreso "real" de $180.000. Tan real que sólo pueden disponer de un cuarto de dicha cifra, y los tres cuartos restantes (dado que incorporan algunas prestaciones de salud entre otras) puede que ni siquiera lleguen a proveer la capacidad de lograr una canasta-real-mínima de bienes.
El país crece, el país crece. Sale en los medios todos los días. Lo dice La Moneda. Sale en los titulares de El Mercurio, La Segunda, La Tercera, La Nación. ¿Qué es lo que está mal? El "buen momento económico" da pié a que las grandes empresas argumenten que podrían crecer más si se flexibilizara las mínimas condiciones laborales que se les exigen. Con el pretexto de dar más empleo argumentan que necesitan mayor flexibilización de la casi nula legislación ambiental. Con el pretexto de un posible mayor crecimiento, las empresas "socialmente responsables" se preocupan dadivosa y desinteresadamente de las pequeñas y medianas empresas al pedir que se bajen ciertos impuestos.
Hace unas semanas, en Tolerancia Cero, Fernando Paulsen discutía con Pablo Longueira acerca de los beneficios que traía el crecimiento económico. Obviamente la conversación se enmarcaba dentro del discurso teórico importado desde Chicago, pero Fernando estiró un poco más el elástico: ya Pablo, pero explícame: qué es lo que asegura que los trabajadores tengan un mejor status de vida ante el crecimiento de la empresa. Obviamente, ante la insistencia, el discurso de Longueira sucumbió frágilmente tal como lo haría un elástico elaborado con supuestos buenos componentes que no eran como se suponían: Porque es así, respuesta que se perdió entre las notas que daban el pase a los comerciales.
¿Y qué asegura que el crecimiento económico sea condición suficiente de un mejor status de vida para los habitantes del país? Puede que sea condición necesaria, pero las dudas acerca del modelo apuntan tácitamente a la condición de suficiencia. Que haya más dinero no implica que este sea gastado de forma de mejorar la calidad de vida (se puede concretar en casos micro como "hacer una mala compra", o en casos macro como el gasto actual en educación o en transporte urbano).
La duda es tal que en Chile se está dejando entrever las fallas del modelo. No porque esté siendo llevado a situaciones límite, sino en su funcionamiento normal. Las cifras de la CASEN si bien puede ser una metodología aceptada por buena parte de los sociólogos, es una mirada muy parcial a la sociedad. A tal punto que toda la masa que está un poco más arriba de esa cifra puede volver a la categoría al tener gastos inesperados, ya sea un gasto médico, o un mayor gasto en comprar los alimentos básicos, que es el escenario que se avecina. Por motivos de distribución del ingreso, hay una gran masa de clase media que está cerca del límite entre "pobreza y no pobreza", mientras el 1% de la población se lleva el 10% del PIB, el estado chileno invierte más dinero (via excenciones tributarias) en el quintil más rico que en el quintil más pobre, y que (a lo más) los dos primeros quintiles reciben aportes estatales directos. O sea, hay un sector considerable de la población que es lo suficientemente rico para no ser pobre y no recibir ayuda del estado, y suficientemente voluble como para, ante cualquier imprevisto, caer en la pobreza (especialmente considerando lo dicho por la ministra de Planificación, que señalaba que el 70% de la población percibía un ingreso menor al promedio)
En cuanto al escenario laboral, la baja del desempleo no ha llevado a la creación de mejores condiciones laborales - corroborado por el continuo llamado de los grandes empresarios a la flexibilización - ni a mayor confianza respecto al futuro próximo, y para qué hablar sobre los sueldos. Un reflejo de esto es la encuesta de la Tercera, que entre abril y junio evaluó que si bien hay mayores expectativas en el mercado laboral, las expectativas económicas no repuntan; de hecho, las expectativas son las expectativas y la realidad es la realidad: el 29% dice estar peor que hace un año (alza de 3 puntos porcentuales) mientras el 25% declara estar mejor (igual que medición anterior).
Lo que tenemos para los próximos meses es un tanto desolador: se prevé que a septiembre de este año el litro de leche llegará a costar $1.000. Ya está anunciada una fuerte alza en el kilo de pan. Ante el impulso inflacionario (en parte ejercida por presiones externas al país más que por consumo interno), ya se habla de un aumento en las tasas de interés (nada contra la política que respalda eso, pero sin duda que, para quienes no pueden decidir entre comprar o ahorrar, les encarece la vida). El alza de los combustibles ya tiene fuertes efectos sobre el precio de vegetales, y esta por reflejarse en otros productos de consumo masivo.
Sé que no es un escenario dramático económicamente hablando, y que es un ciclo que se repite de manera relativamente frecuente. Pero, ante el alto precio del cobre, lo triste es que las cifras de crecimiento seguirán altas, el quintil más rico se llevará la mayor tajada de ese crecimiento, el común de la gente sufrirá un deterioro de su calidad de vida, mientras las autoridades seguirán celebrando su acertada política económica.
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